11 de mayo de 2004.
Por la persiana entornada, al comedor en penumbra, un rayo de Sol matinal. Y por la misma rendija sale a la calle oblicua hacia arriba, una banda ancha y dorada de moléculas. Parece una legión de bailarinas, pues, mirando atentamente, veo que cada uno de los puntitos rubios gira de una manera vertiginosa sobre sí mismo. Si yo supiera física, ¡cuantas observaciones podría hacer ahora! Pero no sé nada más que imaginar y soñar. Y miro con envidia a esa bandada de átomos que se va a correr el mundo, llevándose quizás el secreto de todos mis intimidases. OH granitos de polvo que vais a ver lo que yo no he de mirar jamás: ¡bosques, mares, ciudades, templos, auroras boreales, maravillas! De soplo en soplo, de ráfaga en ráfaga, recorréis la tierra, sorprenderéis el secreto de mil casas y de mil mujeres y cuando el viento os vuelva a traer otra vez a este lugar, quizás haya transcurrido un montón de siglos. Yo no seré más que un puñadito de polvo amarillo. Y entonces me iré a danzar y à correr por el mundo con vosotros.
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